lunes, 23 de junio de 2014

Mi amigo Daniel Cortezón



MI AMIGO DANIEL CORTEZON



A Merche y Mati a las que conocí
acompañando a Daniel
con amor e inteligencia.
  
_______________________________  Luis Legaspi Cortina


       Acaso la palabra amigo no tiene todos los ingredientes de su uso cotidiano. En este caso tiene en su núcleo el afecto, respeto,y convergencia-no identidad- de criterios y objetivos de nuestra vida individual y social. También, la vibración del humus de nuestra tierra eoaria, muy por encima de la ortopedia administrativa.
         ¿Cuándo nos conocimos? En el tiempo del calendario, relativamente tarde. No lo preciso. Más o menos al comenzar los ochenta del último siglo. “Fragiles labuntur anni”. Creo que coincidimos en una de las reuniones de los autodenominados “Amigos del Eo”,  Allá íbamos gentes de las cuatro Villas de la Ría” (Ría siempre con mayúscula, claro). casi sin saber quien nos convocaba. No sólo los oriundos, sino también los “veraneantes” encandilados por el embrujo de nuestra historia, paisaje y -¿por qué no?- por la gastronomía. No sólo de pan seco vive el hombre., sino,  también  de cachola con cachelos y lamprea, “al estilo de Abres”, y…. bon alvariño.
         Se trataba de conocernos, de trasvasar sueños y algún proyecto. La verdad es que nunca se llegaba demasiado lejos. Los laudes y aplausos en torno al homenajeado de turno  terminaban a la hora de vísperas con los postres. El pueblo seguía ajeno. N‘a Ribeira, n‘el Fondrigo, en Cabanela, n‘a Punta…
         Creo que fue este el tema en que, por primera vez sintonizamos, Daniel, tú y yo, Recuerdo una de las primeras cartas en la que tú y Mercedes me dabais “la razón a la pregunta dónde estaba el pueblo”. Este es ya punto de cercanía entre un cura laico y un ateo poco ortodoxo.
         La verdad es que, sin ser conscientes, había entre nosotros otras aproximaciones. El tapiz no se entiende sin los hilos enmarañados y confusos del reverso. Daniel y yo fuimos niños y adolescentes en las tristes turbulencias del “treintayseis”. En la geografía política oficial las márgenes eran derecha-izquierda. Acaso en la ideología y en la sociología las fronteras eran más lábiles, imprecisas e, incluso, intercambiables.
         Luego, como sucede en estos eventos, cuando te sientan en la mesa al lado de uno escasamente saludado, vas cautelosamente buscando puntos de aproximación: el tiempo, los atascos, los entremeses, las críticas al alcalde… y, cuando el interlocutor es un cura, nunca falta la referencia a una tía monja o al párroco de mi pueblo.
         Así comenzamos la “esgrima a toucher, non plus,” Daniel y yo. En cartas y conversaciones posteriores fuimos al abordaje amistoso y sincero. Cortezón sabia y pensaba. Para mí era una delicia y una riqueza.
         Santa María del Camino estuvo también en nuestro andar. Es protohistoria, pero lo cuento.  Yo, bastante gamberrete,  con relativa frecuencia pasaba la lancha hacia Ribadeo  para confesar mis pecados con el capuchino Pacífico de Mellanzos de luenga barba y manga ancha. Formaban convento Fray  Enrique de Cívico, que, a toda costa, me quería meter a capuchino y aprovechaba para darme alguna embestida que yo esquivaba piadosamente. También, andaba por la huerta, entre melocotones y lechugas, el  hermano Cantalapiedra que, más tarde, misionero en Venezuela, fundó en el Orinoco la Misión de Santa María del Camino  añorando su paso por el Jardín de Ribadeo. Por allí hacían travesuras entre cirios y vinajeras, algunos monaguillos. A este escenario llegó Daniel Cortezón iniciando su adolescencia, ya bien batida en fatigas mil. No era mal ambiente y refugio para un “cativo” de familia represaliada. El nacional catolicismo, como “gran hermano”, observaba todo gesto y los “rojos”, acosados, agradecían cualquier burladero. El lema Paz y Bien propiciaba un aire sano de reconciliación y convivencia, amigaba con San Francisco, devoción de la que, a mi me parece, Daniel nunca se curó.
         De los capuchinos saltamos a sus sucesores en la iglesia del Jardín, los misioneros de La Consolata. Virginio Rossi, bien recordado durante años en Ribadeo, había tenido buena relación con Daniel. “Con estos hombres, me escribía más tarde Cortezón, y en el sentido que puedes imaginar, yo me siento cristiano” Ya en su recta final visité al misionero “consolato” en su asilo de Turín y le trasmití el abrazo que para él me había encargado Daniel. Al anciano misionero se le iluminaron los ojos de grato recuerdo, era amigo de Cortezón.
         El serio compromiso de justicia social de la iglesia con lo que llamamos, a todo meter, tercermundo”, de lo cual San Francisco es paradigma indiscutible, nos ponía a los dos en armonia con contrapunto. No recuerdo haber tenido ninguna correspondencia o conversación, ni siquiera la “entrañable tarjeta navideña” sin este trasfondo. Lo que siento es que, por mi negligencia, no hayan sido más frecuentes los contactos.
         Como un paréntesis en mi caótico discurso, sin ser devoto del “deus ex machina”, y mucho menos de la frándula de “martes y trece”, señalo una coincidencia, si queréis,  frívola: Daniel entró en la dimensión definitiva en 4/10/2009, festividad de San Francisco de Asís. Los dos, sin duda, se habrán saludado.
         Otro punto de convergencia era nuestra afición a los libros, aunque mi capacidad es harto menguada. Ambos confesamos haber aprendido a leer (superar el silabario) en nuestras respectivas Bibliotecas Populares Circulantes. El confiesa que después de una niñez movida por las circunstancias profesionales de sus padres,  ya asentado en su Ribadeo natal “con moi pouca escola, mergullandome (¡qué delicia de gerundio!) no mundo dos libros lin os máis de 3.000 volumes cos que contaba”. Parece que no hicimos demasiado caso a Ramón Cabanillas: “E preigroso leer, pois o que lee pensa e o que pensa remata mal”. 
         Daniel participó muy activamente en el nuevo rumbo de la Biblioteca Pública de Ribadeo y cuando ésta, fagocitada  por el Movimiento, pasó a denominarse “El Viejo Pancho”  la enriquece con el legado de su nutrida y escogida biblioteca personal. Es un ejemplo que merece ser imitado, aunque sea desde situaciones mucho más modestas. Yo le agradezco las obras que me ha ofrecido a mí y, por mi medio, a la  Bepecé de Castropol, presentadas siempre con autógrafo de amistad cercana.
         Es muy amplio y variado el abanico de títulos y temas de su obra escrita: teatro, novela y ensayo, historia, colaboraciones en revistas, periódicos e, incluso, porfolios festeros… Todo ello, entreverado de seria reflexión social y filosófica, trasluce un rescoldo de preocupación teológica. Me escribió: “Es que me importa la Iglesia ¡Que rayos me va importar entonces”
CASTROPOL desde RIBADEO




Sin duda su trayectoria vital y su poligráfica obra literaria, tan erudita, tan reconocida, tan premiada, reflejan su agitada niñez y adolescencia en movidos escenarios y bien merecerían una crónica viva por él escrita. En alguna ocasión contaba fugaces retales muy interesantes:  Andalucia, Asturias, el fugaz exilio en Francia, el regreso a las trincheras, siempre con el escuálido petate al hombro, la insalubre penumbra de la cárcel, la cartilla de racionamiento y la dura paz de la victoria… “Lembro bombardeos de cidades e vilas…Despois, marchas a  pé por camiños de monte e estradas… Miña nai cargando cunha mala de cartón e eu portando un envoltorio de roupa…¡Un camión que parase era unha bendición!” ¡Cuántas imágenes en su retina, cuántas cicatrices en la ilusión de un muchacho!
         Lourenzo do Valedouro ha insinuado que   el ambiente de la rebotica en donde se mezclan ingredientes y fórmulas podría ser otra clave para explicar la diversa obra literaria de Cortezón. “Eu son absolutamente autodidacta. A penas fun á escola para aprender as primeiras letras. Da biblioteca de Ribadeo lin, ao longo de vinte e tantos anos, no mostrador da farmacia, os máis de 3000 volumes cos que contaba”.
         Yo, desde mi escasa capacidad  interpretativa y crítica, quiero ver en la última obra, “Dionisio Gamallo Fierros, Varón de Porcillán”, una admiración, cual de discípulo, y un afán de acompasar o solapar la ideología fundamental de ambos, aunque ni sus vidas ni sus preocupaciones eran exactamente paralelas.
         Cortezón, 16 años, colaboraba ya fervorosamente (fue su redactor jefe) en la revista Rumbo sucesora de Estudios, de abolengo anarquista y publicaba ensayos sobre temas sociales o sobre filósofos y pensadores con vertiente política como Victor Cousin, Montesquieu…  Sus estudios y escritos de género diverso, como novela o teatro tienen depurada estrategia discursiva hacia objetivos socio políticos.
         Dice su amigo Franco Grande: “Nel o saber foi unha necesidade, nunca un decorado. Porque necesitaba unhas respostas mergullouse en materias filosóficas, históricas e, non nos sorprendamos, teolóxicas. Foi un dos poucos marxistas que coñecín que sabía do que falaba. Nada que ver cun crente nin cun iluminado”
         Es sabido que el anarquismo, en su ideología y en su táctica de penetración, da primacía absoluta a generar abundante literatura, en variados géneros, con acentos que impulsen a imaginar y construir un mundo más perfecto que la realidad social tan escasa de equidad y solidaridad humanas, “manifestación parcial de una realidad única”. De este anarco-apostólico objetivo nace  el afán de publicaciones, bibliotecas, ateneos y foros del más amplio espectro penetración ideológica, algo así como un orweliano Ministerio de la Verdad” que, sensim sine sensu, deriva en iluminismo proselitista y, un poco más lejos, en guerra santa que los moros dicen yihad y otros, cruzada, pero que en cualquier caso consiste en no dejar adversario con cabeza o en el mejor de los casos, amueblada ésta con un pensamiento único.
         Gamallo, por entonces, navegaba por aguas más tranquilas, frecuentaba el espíritu hispanista de Maeztu, arrancaba las notas dormidas en el arpa becqueriana y escudriñaba el alma taciturna de Rosalía, resguardado a  sotavento de Rodríguez de Valcárcel en su Instituto de Ribadeo y en convoy con  Castelao, Otero Pedrayo, Garcia Sabel, Fermín Penzol, mi amigo castropolino, otros ilustrados  y algunos ilustres que capeaban el temporal, sin arriesgarse demasiado con la censura.
         Fue, pasada la anestesia de los años triunfales, cuando en los “hijos de la ira”, gentes del 27 y sus discípulos inmediatos de la post guerra,  comenzaron, como una levadura retardada  a leudar las agostadas energías del 98. Hay en  la “Sinfonía Incompleta del Varón de Porcillán” especialmente tres capítulos: “La voz derrotada”,  “Años de palinodia” y “Años de iracundia” que son provocadores de  estudios más singularizados y metódicos sobre personajes de la generación del 36 y los movimientos ideológicos que, en buena parte, condicionaron la llamada transición española. La acumulación de erudición sugerente que presenta Daniel Cortezón en este libro me parece  interesante.
         Según él me dice en página de respeto y de su propio puño y letra,  “el protagonista es nuestro indescriptible e inolvidable amigo Dionisio Gamallo y tan sólo pretende afirmar lo superficial del juicio de las gentes ante el estruendo de las formas…El fondo no hace ruido; el trasfondo, menos… sólo la ola que se encrespa y brama parece pregonar la existencia del mar… Yo pienso lo contrario, por eso trato de ahondar en el pensamiento de Dionisio y en las razones de su “sinfonía incompleta”, profundizar en sus silencios, quizá porque piense, como Hamlet, que todo lo demás es silencio…es decir La Nada” 
         Pero al terminar la cita por él manuscrita, vuelvo al comienzo de la misma dedicatoria: “Para mi buen y tolerante amigo Legaspi, desde la esperanza…” Está claro que de mi poco tiene que esperar. Ni siquiera tolerancia Tengo un pronto desagradable. Sería como esperar a Godot. ¿Qué esperas, Daniel?  El mismo Bertold Beckeett, que se inventó al tal Godot, advierte que el hombre y su historia no toleran el vacio, el silencio…  La Nada. La sinfonía no puede quedar incompleta. La catedral no puede quedar desmochada. No basta la primera piedra, la angular. Necesitamos la clave que de cohesión a las dovelas. Le cuesta a Sísifo subir la cuesta, porque la piedra es pesada y resbaladiza y los hombros débiles. Esta es la agonía del cristianismo que don Miguel describe sufriendo en su interior la dura lucha del vivir y del creer o, mejor, del vivir queriendo creer, pero sin poder creer. Albert Camus decía que “las obras de Kafka, Kierkegard o Chestov abrazan al dios que los devora y dando vueltas al absurdo desembocan en un inmenso grito de esperanza”. Son las preguntas de la vida que se formula Savater; que todos nos hacemos, que yo no las esquivo, porque. incluso en el esfuerzo de la búsqueda  percibo la felicidad. Nuestro paisano, de todos respetado, Dámaso Alonso, así lo siente: ¡Duda, gran duda / ¡dejémoslo! / ¿Estás? ¿No estás? Lo ignoro: sí lo ignoro /  Que estés yo lo deseo intensamente. / Yo lo pido, lo rezo… / Te estoy amando sin poder saberlo / Amor, no sé si existes. Tuyo TE AMO”
         En sus primeras cartas, años 80, siempre sabrosas, afectuosas, inquietas de pensamiento, se reflejaba su preocupación por la grave situación socio política de Latinoamérica, o, como él, nacionalista gallego, prefería llamar Hispanoamérica.
         El asesinato de Oscar Romero subrayó con más fuerza la sangrante situación sociopolítica y la misión de la Iglesia. Cortezón, además de una gran sensibilidad y la información que seguía de cerca, poseía una amplia base historiográfica y filosófica sobre el tema iberoamericano (perdón, Hispano) entre ello las obras completas de Bartolomé de las Casas. Pero recababa más: “Te agradezco infinito lo que me envías (Puebla, Boff, Gutiérrez, informe de El Quiché…) Me será de suma utilidad. Ya estoy en plena recta final de la preparación de “La Misa”. Quizá la subtitule  “Nueva destrucción de Indias”. Te digo que seré respetuoso con la gran Iglesia Misionera, comprometida con el Hombre; y que no andaré con vueltas en cuanto al Primado y demás primates adláteres…”

         Para mí el problema era y es apasionante. Involucrado “profesionalmente” en conexiones con Tercera Iglesia, tenía cierta información, testimonios cercanos e, incluso, alguna vivencia personal sobre el tema. Cuento, entre varios, un “flash” significativo: En el Quiché de Guatemala conocí a su obispo Gerardi , más tarde asesinado, a Vicente Menchú, quemado en la embajada  española, a  su esposa Juana Ten, catequista, a la hija Rigoberta, hoy Nobel de la Paz, y a muchos indios mayas, masacrados por el ejercito capitalista, defensor de los ricos hacendados, muchos con sonoros apellidos españoles y, a mayor ludibrio, cristianos… ( al llegar aquí a mi amigo le hervía la sangre)        
        
         Precisamente en una ocasión en que el ejercito pretendía capturar a la adolescente Rigoberta, el pueblo de Uspantán se vió aturdido en una balacera indiscriminada. Dos soldaditos, seguro que analfabetos, estuvieron con sus mosquetones cerrándome el paso. Menos mal que yo, por inconsciencia, no les volví la espalda y aguanté, en interminable silencio, la provocación. Alguien me felicitó por mi “ignorancia”. Si trato de refugiarme en la misión, me hubiesen aplicado una peculiar ley de fuga.
        
          “No sé si sabes, me decía Cortezón,  que la única obra teatral importante sobre Las Casas, “La Audiencia de los Confines”, la escribió Miguel Angel Asturias. Obra importante, pero que a mi me dejó insatisfecho. Pienso escribir sobre el tema enlazándolo con lo que ahora sucede que no es más que la prolongación de lo que denunció el obispo de Chiapas. El arcabuzazo que a él le dispararon es el mismo que asesinó Romerol Arzobispo del Salvador, el mismo hombre, los mismos intereses imperialistas… Los encomenderos, los conquistadores no querían las leyes nuevas de los teólogos (¡Gloria de la Iglesia!).Hubo entonces, como ahora, una Iglesia organización, “oficial” y “papal”, complaciente, que tragó todo… Hay otra Iglesia que admiro… y que, también, creo que amo,  la de Jesús de Nazareth, la de los, San Franciscos, los Motolineas, la de Bartolomé de Las Casas, Vitoria, buena parte de los teólogos de Trento…

         “Hace unos días recibí los libros y documentación sobre la teología la liberación que me mandaste. Tendré que tener cuidado con tus sutilidades misioneras… ¡Ojo, Daniel, que te convierten y terminas diciendo amén en polaco y en gallego! ¡Atento, que a la otra ribera del Eo tienen espíritu galaico y cualquier día amaneces haciendo revisión de que la verdad sea independiente de la razón y de que lo real quizás no sea racional… Y entonces ¡adiós todo el edificio dialéctico marxista que te sostiene en pie sin Dios!... ¡Non, non, Curros1 ¡Fuera la “capitalista” justificación por la fe a solas! Pues nada que te entregas, Daniel, que terminas comulgando con ruedas de molino. A lo mejor termino volviendo al redil (Sinceramente sería una suerte. No se puede andar por el mundo así creyendo que Dios existe y mucho menos si no existe. He puesto, sin intención, la frase al revés)”
        
         Antes de terminar esta agradable evocación de un amigo, de un intelectual honesto, me atrevo a contar, espero que no sea “extra chorum” una última anécdota. Tuve la fortuna, fortuita, de conocer al general don Emilio Herrera Linares, siendo éste presidente del Gobierno de la República “trasterrado” en París. Daniel lo consideraba “outro anarquista no exilio e de grande importancia científica e política, amigo do meo amigo  Martínez Rizo”
        
         Tuve una relación muy cordial con Herrera y con su esposa doña Irene Aguilar. Durante unos días me obsequiaron con atenciones diversas y con ilustradora conversación.

         Me dí cuenta de su amplísima cultura, y del conocimiento  de personajes y situaciones concretas de España. También conocí su sentimientos de católico practicante. Precisamente, por ser consecuente con sus principios cristianos, aceptó su cargo político. Así me lo manifestó, mientras me mostraba una bandera tricolor, bordada por unas monjas de Tarragona, que presidía su despacho en el palacete de Avenida Foch, 35. Me invitó y me puso su coche para visitar Mont Valérien, tumba de los caidos de Francia. (Con mi camioneta, “deux chevaux, la police me prohibió entrar en Bois de Boulogne)  Posteriormente, hasta su muerte, nos intercambiamos la “entrañable navideña”. Sus tarjetas, en el texto y en la imagen, eran ingeniosas y polifacéticas, en ellas convivían  armoniosamente los deseos religiosos con el ansia de sacudirse la dictadura.

         En una ocasión, también fortuita, salió este sucedido en mis diálogos anárquicos con Daniel. El, “cuitadiño”, se quedó con los ojos a cuadros:”No sospechaba yo que Emilio Herrera fuera tan católico…a fuer de hombre inteligente y científico lo intuía, al menos, agnóstico. Por tanto, me has fastidiado no poco con tu “espiritual refrigerio” que más bien fue ducha fría” ¡Qué interesante!

         Yo soy republicano, aunque poco o nada tengo que decir contra los actuales monarcas que cumplen importante misión pacificadora. En lo que, como sabes, no estoy de acuerdo es con la identificación cristianismo-catolicismo. (“ya no digamos con las “cristianas iglesias protestantes” que son esencialmente vétero testamentarias!)

         Te cuento: Herrera  fue ingeniero militar de la promoción de Jorge Vigón y de Vicente Martínez Rizo, también de ingeniería. Martínez Rizo era anarquista y fue condenado a muerte cuando terminó la “incivil”. Vigón, general amigo y ministro de Obras Públicas, le salvó la vida y fue colocado en el aeropuerto del Prat

         Yo, jovencito, tenía, por mis colaboraciones en “Rumbo”,  contacto con Martínez Rizo que lo estaba pasando mal por su situación política y quería escribir una “Teoría sobre el Metaespacio” que enmendaba o complementaba  a la de la  Relatividad de Einstein y me encomendó a mí contactar con Emilio Herrera, miembro de la Real Academia de Ciencias, por si podía ayudarle. Así lo hice, tuve correspondencia con Herrera que,  además, de las ayudas solicitadas me envió un curiosísimo opúsculo titulado “La  Hipermecánica y el Apocalipsis” De todo tengo abundante documentación y originales de dicha teoría”

         Mucha verdad y honestidad encuentro yo en estas posturas críticas, en apariencia hoscas, pero ilustradas y reflexionadas y en el fondo fondo, impulsadas por un ansía de  sintonízar con el Evangelio de Jesús, sin traducciones edulcorantes ni exégesis con “reviravoltas”  Nada de resentimientos ni demagogias de rancio clericalismo. Hay gente fenomenal “fuori le mura
        
Los cristianos estrictos practicantes del rito tenemos la tentación reducionista de “el que no está
conmigo está contra mí” (Luc.XI) sin caer en la cuenta de que “el que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mrc.IX)
         Por el camino de Jerusalén a Jericó bajaban los tres, el uno era clérigo, liturgo, el otro, cofrade y rezador, el último, samaritano pecador, por supuesto. Este fue el que socorrió al Hombre abandonado en la cuneta. “Haz esto y vivirás dijo Jesús” (Luc.X).
         Son algunos recuerdos, mal colocados, demasiado fugaces, pero gozosos de mi  relación con un gran tipo y buen amigo, de la margen izquierda de la Ría del Eo, Daniel Cortezón Alvarez



RIBADEO desde CASTROPOL  


Publicado en “Daniel Cortezón”, libro memorial
publicado por Concello de Ribadeo


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